Apenas asumió, el gobierno de Alberto Fernández congeló los precios de la energía, los servicios públicos y los combustibles y decidió que no aumentarían hasta, al menos, el 30 de junio. En el caso de la nafta, incluso frenó un aumento de entre 5 y 10% que tenía entre manos YPF, la empresa de mayoría estatal presidida por Guillermo Nielsen, y difirió un trimestre la actualización del impuesto al Carbono y a los Combustibles. Nada de aumentos, era la voz de orden.
Ahora, luego de que durante un día extraordinario en el mercado de futuros el WTI, el precio de una variedad de crudo que durante años fue referencia del precio del petróleo en la Argentina, cayera por debajo de cero (posibilidad que había sido adelantada por Infobae) y de que en el primer trimestre del año los precios del WTI y el Brent (variedad que desde 2014 y hasta 2018 fue referencia del mercado local) cayeran más de 70%, por debajo de los 30 dólares el barril, la orden pasó a ser: nada de rebajas.
El trasfondo es una dura puja de ingresos entre productores, refinadores, Nación y Provincias. El último eslabón de la cadena son los expendedores, que en marzo vieron caer sus ventas de combustible al público un pavoroso 88,5 por ciento.
Por cierto, en un mercado de por sí volátil y con una volatilidad acentuada por la pandemia de coronavirus (a la que se sumó la caída de un acuerdo de cuotas de producción de tres años por diferencias entre Arabia Saudita y Rusia), trasladar la baja internacional a los surtidores locales haría inviable parte de la producción local, incluida la mayor promesa del sector petrolero argentino, el desarrollo de la formación Vaca Muerta, segundo reservorio mundial de gas y cuarto de petróleo “no convencionales”.
Significaría también reducir lo que el Estado nacional recauda vía IVA, Impuesto a las Ganancias, impuesto al Carbono e impuesto a los Combustibles y la tajada directa (amén de la parte que reciben de coparticipación de los tributos nacionales) de las provincias a través del impuesto a los Ingresos Brutos y “regalías” de 12% sobre el valor de referencia del crudo. No es poco: según un estudio que el economista energético Sebastián Scheimberg hizo en 2018 para la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia, los impuestos representan 41% del precio final de la nafta y 37% del precio del gasoil.
Hoy como el mercado de ventas de combustibles está sumado al costo de casi 250 millones de dólares adicionales que sumo el Gobierno por el aumento de la carga impositiva, no hay lugar para el debate sobre la ‘renta petrolera’, porque hoy no la hay. El combustible viene frenado en precios desde octubre de 2019 y antes de que se frene, la diferencia con la paridad de importación era casi de un 20%
El debate sobre el precio del petróleo y los combustibles se saldará con un nuevo precio del “barril criollo” en algún punto entre los 40 y los 50 dólares, bien por arriba del internacional. Al revés de lo que sucedió con un segmento de los jubilados, a los que les terminó reduciendo sus haberes, aquí el equipo de gobierno terminará validando un aumento de lo que desde el llano criticaba por caro.
Ahora bien, ¿cómo está hoy el precio de los combustibles en la Argentina respecto de los precios en otros países del mundo? Según el ranking de precios de la nafta para 164 países del mundo (ordenados de más barata a más cara) publicado por Global Petrol Prices, al lunes 20 de abril la Argentina aparecía en el puesto 75, con un precio de 87 centavos de dólar el litro de nafta de 95 octanos (la super).
Son precios muy sensibles a fluctuaciones cambiarias (el de Brasil, por caso, será más barato en la actualización del lunes 27) y van desde nafta regalada en países superabundantes en petróleo, varios de ellos muy pobres (Sudán, Angola) o de economía precaria (Venezuela, Irán) o abundantes y ricos (Qatar, Kuwait). Los países ricos tienen en general precios más caros, salvo EEUU.
Además, son valores al tipo de cambio oficial. Con dólar blue la nafta argentina está en unos 50 centavos el litro, entre las más baratas del mundo, pero con “dólar-soja” cuesta 1,30 dólares, entre las más caras.
Con dólar blue la nafta argentina está en unos 50 centavos el litro, entre las más baratas del mundo, pero con “dólar-soja” cuesta 1,30 dólares, entre las más caras
Dentro de América Latina, la Argentina tiene una nafta más cara que Ecuador, Colombia, Bolivia, México, Brasil (todos de producción petrolera abundante) y más barata que economías más estables y de mejor desempeño en la última década: Paraguay, Chile, Perú, Costa Rica y Uruguay.
Pero más que por caro o barato, el precio de la nafta (y, en general, de la energía) en la Argentina se ha caracterizado por lo errático. En el primer capítulo de su libro “Precios, tarifas y subsidios a la energía (El problema de la regulación energética 2003-2019)”, de próxima publicación por Eudeba, el especialista Alejandro Einstoss Tinto analiza, justamente, “el “barril criollo y sus consecuencias”. En definitiva, explicó a Infobae, lo que está detrás y se vuelve a discutir ahora, es el reparto de la renta petrolera.
Einstoss calcula esa renta (concepto que abreva en los economistas clásicos) como la diferencia entre el precio de referencia del crudo mundial y el valor pagado en la Argentina. Esa renta fue, de 2011 a 2018, de USD 85.311 millones, de los cuales las empresas (productoras y refinadoras) se llevaron USD 39.627 millones, la Nación USD 14.403 millones, las Provincias USD 9.643 millones y los consumidores USD 14.009 millones.
Se trató de una mayoría de años de altos precios internacionales, pero lo más llamativo es lo errático del reparto. Los consumidores, por caso, pasaron de ser subsidiados en USD 7.985 millones en 2011 (cuando pagaban en surtidores mucho menos que el precio internacional) a perder USD 4.302 millones en 2015, USD 4.302 millones en 2016 y USD 3.067 millones en 2017 (cuando pagaban más) y volver a ser subsidiados en USD 441 millones en 2018. La Nación pasó de un pico de renta de USD 3.072 millones en 2013 a una leve pérdida en 2017.
Los consumidores pasaron de ser subsidiados en USD 7.985 millones en 2011 (cuando pagaban en surtidores mucho menos que el precio internacional) a perder USD 4.302 millones en 2015, USD 4.302 millones en 2016 y USD 3.067 millones en 2017 (cuando pagaban más) y volver a ser subsidiados en USD 441 millones el año siguiente
Solo empresas y provincias tuvieron rentas positivas todos los años, pero mucho más fluctuante para las empresas (pasaron de un máximo de USD 8.470 millones en 2015, a partir de la política iniciada en 2014 por el entonces ministro de Economía, Axel Kicillof, para cortar la serie de producción en baja e importaciones en ascenso de la política energética de Julio De Vido) a 77% menos en 2018, por el congelamiento de precios que inició el gobierno de Mauricio Macri y continúa hasta hoy Alberto Fernández. Para las provincias fue siempre “clink, caja”.
“Hoy como el mercado de ventas de combustibles está sumado al costo de casi 250 millones de dólares adicionales que sumo el Gobierno por el aumento de la carga impositiva, no hay lugar para el debate sobre la ‘renta petrolera’, porque hoy no la hay. El combustible viene frenado en precios desde octubre de 2019 y antes de que se frene, la diferencia con la paridad de importación era casi de un 20%. Con lo cual, las petroleras que refinan, estuvieron lejos de disfrutar de la renta petrolera. Además, en términos comparativos, en dólares, la nafta argentina sigue siendo competitiva”, asegura un referente de la industria.
¿Cómo se reflejaba este reparto en los surtidores? En 2011 el precio internacional del petróleo (y de la nafta) era 37% superior al interno, pero a partir de 2015 la relación se invirtió y el precio local superó al WTI en casi 40% hasta 2018.
Desde entonces hubo una suerte de “barril criollo” tácito. De lo contrario, el precio del crudo local y la nafta deberían haber caído. Lo que está en juego es un nuevo valor, que las provincias quieren llevar al máximo posible. El problema, dice Einstoss Tinto, no es buscar un modelo que sostenga la producción local, morigere la volatilidad y permita desarrollar Vaca Muerta, sino que la discusión no se base en nada objetivo y dependa del lobby de las empresas y la necesidad o conveniencia de gobernadores como Alicia Kirchner (Santa Cruz), Mariano Arcioni (Chubut) y Omar Gutiérrez (Neuquén).
Lo que está en juego es un nuevo valor, que las provincias quieren llevar al máximo posible. El problema no es discutir un modelo para sostener la producción local, morigerar la volatilidad y desarrollar Vaca Muerta, sino que la discusión dependa del poder de lobby de las empresas y la necesidad o conveniencia de gobernadores (Einstoss Tinto)
De modo similar, Fernando Navajas, economista experto en energía de FIEL, asimila la discusión a la búsqueda de un “fondo de estabilización” que otorgue previsibilidad a todos los actores pero no esté sesgado sólo a impedir que el precio baje demasiado. «No es óptimo que los consumidores asuman los riesgos frente a otros agentes como el estado o las empresas”, dice Navajas, quien calculó que si en 2015 se hubiera establecido un fondo de estabilización con una referencia de 50 dólares el barril –hipótesis entonces razonable– habría habido años de pérdida y años de ganancias, pero el fondo tendría hoy acumulados unos USD 2.500 millones.
Recientemente, y asumiendo un precio promedio relativamente alto (USD 40 el barril) del petróleo para el segundo semestre del año en los mercados mundiales, Julián Rojo, del Instituto Argentino de Energía General Mosconi, calculó que sostener un “barril criollo” de USD 45 implicaría un subsidio de USD 840 millones anuales de los consumidores a la Nación, las Provincias y las empresas. Con los números actuales, la transferencia sería de varias veces ese valor. Los dados están cargados contra los consumidores.
El mercado internacional
El lunes 20 de abril la liquidación de contratos de futuros del petróleo WTI marcó un hito histórico: cotizó el barril a USD 37,63 debajo de cero. No fue una mera «cuestión técnica”, el valor negativo tal vez no se repita, pero respondió a factores reales. Desde principios de año la demanda mundial de petróleo cayó en 29,7 millones de barriles diarios, por el colapso de las demandas europea, china y norteamericana, como marca el gráfico adjunto, de Fatih Birol, director de la Agencia Internacional de Energía, intelectualmente concebida por Henry Kissinger como contrapeso a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
Mientras, y al cabo de una serie de desacuerdos, EEUU, Arabia y Rusia habían logrado acordar un recorte de producción de 10 millones de barriles diarios, un tercio de lo que cedió la demanda. En el interín, los stocks se habían ido apilando y los tanques de almacenamiento llenando. Gran parte de la producción americana confluye en la principal granja de tanques en Cushing, un pueblo de 8.000 habitantes en Oklahoma, autodenominado “el cruce de los oleoductos del mundo”.
El colapso de la demanda, el por ahora insuficiente recorte de la producción y la casi nula capacidad extra de almacenaje llevaron a que algunas petroleras alquilen buques tanque que, cargados de petróleo, dan vueltas por el mundo, con tarifas de hasta 100.000 dólares diarios, hasta que sea conveniente llevar la carga a puerto. En suma, detrás del colapso hay factores reales y de incierta resolución. Por eso la caída contrastó tan brutalmente con el alza bursátil de más de 25% de las últimas semanas (aunque la última semana el Dow Jones retrocedió 1,9%), gracias a compras sostenidas con dinero fácil de la Fed, que puede impulsar compra de acciones y bonos, pero no de petróleo, como señaló Katie Martin, columnista del Financial Times.
El colapso de la demanda, el por ahora insuficiente recorte de la producción y la casi nula capacidad extra de almacenaje llevaron a que algunas petroleras alquilaran buques tanque para que, cargados de petróleo, dieran vueltas por el mundo, pagando tarifas de hasta 100.000 dólares diarios, hasta que les sea conveniente llevar su carga a puerto
Para socorrer a las petroleras americanas especializadas en shale y endeudadas en USD 190.000 millones con los bancos, el Tesoro de EEUU inició un programa de canje de deuda por acciones, no para apostar al alza, sino para ahuyentar quiebras. Nadie sabe –ni supo nunca– qué pasará a mediano plazo con el precio internacional del crudo. Algún factor geopolítico puede, en cualquier momento, cambiar su rumbo.